sábado, 31 de mayo de 2008

Las increibles aventuras de Moto-perro y el Aeronauta, Por Martín Bracamonte Rivas

Capítulo 1:
La moto y el perro se estremecieron. Como imágenes con fantasma de un televisor descompuesto, se hicieron menos nítidos; aparecían y desaparecían de nuestra vista sin que pudiéramos pestañear. Aparecían y desaparecían. Luego, una desaparición un poco más larga. Después, la vuelta, y ya no eran uno sino dos. El lugar que ocupaban la Kawasaki y el siberiano lo ocupaba ahora una cosa que no sabíamos bien que era. O si lo sabíamos, y aunque habíamos visto muchas cosas, no queríamos creerlo. Donde debía haber estado el foco delantero de la Kawasaki nacía una cabeza de perro que ladraba y nos miraba a nosotros. Él debía saber algo. Una moto, un perro. Un moto-perro.
— Es un moto-perro —Dijo el Aeronauta, haciendo equilibrio sobre un pie —no precisa nafta ni GNC. Todo lo que come lo elimina por el caño de escape. Sáquenlo a pasear seguido; no es un animal para departamentos.
El moto-perro arqueó el tanque de combustible y tomó por la avenida. Cuando salimos corriendo a buscarlo con el auto, el Aeronauta ya no estaba.
Siempre, siempre adelante, escuchábamos el rugido raro del motor, y después el ladrido, pero no lo veíamos. El auto cruzó sin cuidado todas las calles que cortan Cabildo, y así fue como pasamos por debajo del Puente Saavedra, después Vicente López y llegamos a Olivos. No lo podíamos ver pero sabíamos que estaba porque escuchábamos a lo lejos el ruido de la moto y el aullido del perro-lobo, del perro siberiano. ¿A cuántas cuadras estaría? Era difícil saberlo. Cuando la moto era solamente una moto, el estruendo que hacía era insoportable; despertaba a los vecinos entre Villa Urquiza y Agronomía. El perro molestaba un poco menos. Cuando ladraba a la noche, se tapaban las orejas algunos vecinos de Parque Chas. Ahora, perseguíamos al moto-perro para romper el hechizo del Aeronauta y volver a transformar en dos cosas diferentes a lo que ahora era una sola. ¿Dónde estaría? ¿Dónde?
Valeria maldijo al Aeronauta. —Si ese estúpido llegara a aparecer, yo le pondría una mano encima...
Y el Aeronauta apareció.
—¿Me llamaban —Dijo, tras acomodarse en el asiento trasero del Fiat 1500. Así se veía más extraño todavía, con su uniforme de paracaidista de la Royal Air Force. Todavía olía a Whisky.
—Te voy a matar — Susurró Valeria con voz de loca.
Y se le tiró encima.
— ¡Pará, pará!— Gritó Félix, intentando separarlos. Los tres se cayeron encima mío y el auto giró en el medio de la enorme avenida vacía. Entonces lo vi perfectamente. Sobre Maipú, se había abierto el portal interdimensional que comunicaba pasado y futuro, mundo con mundo. Del interior de aquella puerta que tenía un único lado y que flotaba sobre el aire, no paraban de salir soldados y tanques que acampaban en la calle o en la vereda. Creo que reconocí una cara, un tipo con bigotes y brazo mecánico que los mandaba a todos.
—Ahora sí esto se poniendo jodidamente feo —Dijo el Aeronauta, sacándose a Valeria del brazo.
Nosotros no dijimos nada

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