La muerte andaba dando vueltas por el mundo.
Tenía puesto su traje más violento.
Le arrancaba a la tierra, vírgenes,
Y con sus dedos de navaja
Araba un surco profundo y derechito
Hacia el país de la desesperanza.
Mordía, arañaba, rompía.
Tiraba al piso a los que corrían
Y los ponía a dormir en ataúdes.
En ellos masticaba, hacía trizas,
Disolvía hasta el número cero,
Los anhelos de tantísimas personas.
Te dejaba un miedo en el corazón,
Rictus de llanto y ahogos,
Hundimientos en los icebergs
De algún mar que se mira
Siempre a través de un catalejo.
domingo, 10 de octubre de 2010
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